Este es un espacio en el que podrás conocer información de interés general sobre salud, de la mano de expertos, para que resuelvas todas tus dudas.

Así mismo, queremos informar a todos nuestros usuarios, colaboradores, socios y comunidad en general, para que mes a mes cuenten con artículos sobre promoción y prevención de la diferentes enfermedades. 

#CuidamosLaVidaACadaInstante 

 

melody gallego
/ Categories: Blog

El ser humano en la vida cotidiana construido por las referencias sociales: la importancia de favorecer la socialización desde niños para que en la adultez garanticemos una salud mental

Por Luz Aída Marin


 

Por naturaleza somos seres sociales, y así mismo Vygotsky lo expresa “no existe sujeto sin pensar en sociedad”, el sujeto, la mente (las funciones mentales superiores: memoria, atención, pensamiento) es un fenómeno que se da a partir de los procesos de una interacción comunicativa. (Lucci, 2006).

 

Es así como “el proceso de construcción de los significados culturales no se realiza sólo por el esfuerzo individual del niño, ni tampoco resulta de un aprendizaje dado por los adultos. Se da por la combinación de ambos” (Perinat, 2002).

 

A esta manera de relacionarnos e interactuar con el otro se llama Referencia Social; a partir de los modelos del otro, tomo conductas para desarrollar.

 

Por ejemplo, hacia finales del primer año, los bebés comienzan a utilizar información sobre las expresiones emocionales de otras personas para regular la propia conducta. (Feiman, 19 92; klinnert, 1983, et al, citado por López, 2007); Es decir, la familia es el primer referente social que tiene el bebé al nacer, el entorno le proporciona modelos que el bebé imita. A medida que el niño va creciendo sus modelos o  referentes sociales varían; en la escuela su modelo es el educador; en casa, la familia; pero el niño también tiene otros modelos a imitar: sus hermanos, sus iguales, niños mayores, personajes favoritos, etc. (López, 2007). Y es acá donde se hace fundamental fomentar y fortalecer las relaciones interpersonales; de ahí que se deben evitar frases cliché y cargadas de distanciamiento que escuchamos continuamente como “no se puede confiar en nadie; nadie es amigo; entre más caserita mejor” y un largo etc que nos hace todo el daño para todo (el aspecto laboral, académico, salud mental). 

 

Para esto, los bebés utilizan como guía la expresión de sus padres cuando no están seguros de qué hacer cuando se encuentran ante una situación o persona desconocida; el propósito de dicha mirada, es buscar indicios en la expresión o conducta de la otra persona que guíen la valoración que hace el niño de la situación. Por ello la naturaleza de la respuesta final está determinada no sólo por la percepción del niño sino también por la reacción de los demás; esa formación se integra a la comprensión que logre el niño de la situación. (López, 2007). Venimos de vivir una pandemia donde el distanciamiento fue obligatorio porque lo importante era “vivir”, de ahí que los niños sólo tenían como referente a los padres, y estos estaban cargados de estrés, preocupación, miedo (todos los adjetivos que se puedan contextualizar acá); y en compensación, se hace urgente implementar estrategias permanentes donde el niño o niña interactúe espontánea y genuinamente.

 

De lo anterior, la importancia de las referencias sociales, recae en que estas permiten la comunicación del sentimiento e interpretación de la situación, en donde el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confía para este propósito. Validar las emociones del niño para que en la adultez haya una adecuada inteligencia emocional y a su vez permita una salud mental con estrategias de afrontamiento activo. Ahora bien, cuando el adulto no tuvo esta validación emocional, recurrir a estrategias compensatorias de búsqueda de bienestar donde el otro está incluido y antes que esto hacer un proceso introspectivo que nos permita generar el objetivo descrito.

 

Así mismo, según Bertherton (1984), citado por Schaffer (2000), el empleo de las referencias sociales brinda una guía importante para la comunicación del sentimiento y que se vuelve particularmente útil en las situaciones de incertidumbre. Como lo recalcó Feiman (1982), no es una forma de imitación: el niño mira al adulto en busca de claves para interpretar la situación, pero estas se integran a la propia comprensión que tiene el niño del acontecimiento y por consiguiente no implica necesariamente una reacción idéntica. Además, el empleo de referencias sociales es selectiva: aunque se puede recurrir por igual a las madres y a los padres para este propósito (Hirshberg & Svejda, 1990), es poco probable que la persona que no es una fuente habitual de seguridad ejerza dicha influencia. Por consiguiente se trata de un proceso mental activo por medio del cual el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confían para ese propósito. (Schaffer, 2000).

 

Por otro lado, en la referencia social, las personas consultan a otras para aclarar cuestiones u obtener información del mismo modo que alguien consulta un diccionario u otras obras de “referencia”. Una mirada tranquilizadora o palabras de advertencia, una expresión de preocupación, de placer o de consternación (cada una se transforma en una guía social) le dicen al bebé de qué modo debe reaccionar ante un suceso desconocido o ambiguo.” (Berger, 2007)

 

Según Bertherton (1984), el empleo de referencias sociales representa una forma de participación mental e indica que los niños pequeños son capaces de concebir a los demás seres humanos con una presencia tanto emocional como física; es una de las primeras indicaciones de que los niños imputan estados mentales a los demás y por consiguiente desarrollan su mente.

 

A partir de los postulados enunciados previamente, se puede extraer algunos ejemplos que están relacionados con las referencias sociales en la vida cotidiana. La moda que asumimos a partir del contexto cultural, quien regula nuestra manera de vestir; los productos que consumimos; lo que determina nuestro rol de género; el lenguaje que utilizamos y la manera de expresarnos. Otro ejemplo, nuestro rol  profesional influye de cierta manera en el comportamiento del otro, es decir que interpretamos la acción de figuras representativas.

 

A su vez, las normas sociales hacen parte de la determinación de nuestro comportamiento en los diferentes aspectos y escenarios de nuestra vida cotidiana. Ante el incumplimiento de una norma, hay una sanción, pues las normas son construcciones colectivas que atraviesa la libertad humana.

 

Al mismo tiempo, el juego hace parte de la referencia social en la medida en que el niño, a través de este expresa sus emociones, sentimientos, modelo de crianza. Es decir, que la observación de las experiencias y acciones de los otros influyen en nuestro comportamiento.

 

Se puede concluir, que las referencias sociales son claves para la adquisición de la teoría de la mente, entendiendo esta como la capacidad de atribuir pensamientos e intensiones a otras personas que ayuda a comprender y reflexionar respecto del estado mental propio y del otro. Por otra parte, la comprensión de las emociones ajenas es básica para el desarrollo de las relaciones sociales. 

 

 

 

Por naturaleza somos seres sociales, y así mismo Vygotsky lo expresa “no existe sujeto sin pensar en sociedad”, el sujeto, la mente (las funciones mentales superiores: memoria, atención, pensamiento) es un fenómeno que se da a partir de los procesos de una interacción comunicativa. (Lucci, 2006).

 

Es así como “el proceso de construcción de los significados culturales no se realiza sólo por el esfuerzo individual del niño, ni tampoco resulta de un aprendizaje dado por los adultos. Se da por la combinación de ambos” (Perinat, 2002).

 

A esta manera de relacionarnos e interactuar con el otro se llama Referencia Social; a partir de los modelos del otro, tomo conductas para desarrollar.

 

Por ejemplo, hacia finales del primer año, los bebés comienzan a utilizar información sobre las expresiones emocionales de otras personas para regular la propia conducta. (Feiman, 19 92; klinnert, 1983, et al, citado por López, 2007); Es decir, la familia es el primer referente social que tiene el bebé al nacer, el entorno le proporciona modelos que el bebé imita. A medida que el niño va creciendo sus modelos o  referentes sociales varían; en la escuela su modelo es el educador; en casa, la familia; pero el niño también tiene otros modelos a imitar: sus hermanos, sus iguales, niños mayores, personajes favoritos, etc. (López, 2007). Y es acá donde se hace fundamental fomentar y fortalecer las relaciones interpersonales; de ahí que se deben evitar frases cliché y cargadas de distanciamiento que escuchamos continuamente como “no se puede confiar en nadie; nadie es amigo; entre más caserita mejor” y un largo etc que nos hace todo el daño para todo (el aspecto laboral, académico, salud mental). 

 

Para esto, los bebés utilizan como guía la expresión de sus padres cuando no están seguros de qué hacer cuando se encuentran ante una situación o persona desconocida; el propósito de dicha mirada, es buscar indicios en la expresión o conducta de la otra persona que guíen la valoración que hace el niño de la situación. Por ello la naturaleza de la respuesta final está determinada no sólo por la percepción del niño sino también por la reacción de los demás; esa formación se integra a la comprensión que logre el niño de la situación. (López, 2007). Venimos de vivir una pandemia donde el distanciamiento fue obligatorio porque lo importante era “vivir”, de ahí que los niños sólo tenían como referente a los padres, y estos estaban cargados de estrés, preocupación, miedo (todos los adjetivos que se puedan contextualizar acá); y en compensación, se hace urgente implementar estrategias permanentes donde el niño o niña interactúe espontánea y genuinamente.

 

De lo anterior, la importancia de las referencias sociales, recae en que estas permiten la comunicación del sentimiento e interpretación de la situación, en donde el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confía para este propósito. Validar las emociones del niño para que en la adultez haya una adecuada inteligencia emocional y a su vez permita una salud mental con estrategias de afrontamiento activo. Ahora bien, cuando el adulto no tuvo esta validación emocional, recurrir a estrategias compensatorias de búsqueda de bienestar donde el otro está incluido y antes que esto hacer un proceso introspectivo que nos permita generar el objetivo descrito.

 

Así mismo, según Bertherton (1984), citado por Schaffer (2000), el empleo de las referencias sociales brinda una guía importante para la comunicación del sentimiento y que se vuelve particularmente útil en las situaciones de incertidumbre. Como lo recalcó Feiman (1982), no es una forma de imitación: el niño mira al adulto en busca de claves para interpretar la situación, pero estas se integran a la propia comprensión que tiene el niño del acontecimiento y por consiguiente no implica necesariamente una reacción idéntica. Además, el empleo de referencias sociales es selectiva: aunque se puede recurrir por igual a las madres y a los padres para este propósito (Hirshberg & Svejda, 1990), es poco probable que la persona que no es una fuente habitual de seguridad ejerza dicha influencia. Por consiguiente se trata de un proceso mental activo por medio del cual el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confían para ese propósito. (Schaffer, 2000).

 

Por otro lado, en la referencia social, las personas consultan a otras para aclarar cuestiones u obtener información del mismo modo que alguien consulta un diccionario u otras obras de “referencia”. Una mirada tranquilizadora o palabras de advertencia, una expresión de preocupación, de placer o de consternación (cada una se transforma en una guía social) le dicen al bebé de qué modo debe reaccionar ante un suceso desconocido o ambiguo.” (Berger, 2007)

 

Según Bertherton (1984), el empleo de referencias sociales representa una forma de participación mental e indica que los niños pequeños son capaces de concebir a los demás seres humanos con una presencia tanto emocional como física; es una de las primeras indicaciones de que los niños imputan estados mentales a los demás y por consiguiente desarrollan su mente.

 

A partir de los postulados enunciados previamente, se puede extraer algunos ejemplos que están relacionados con las referencias sociales en la vida cotidiana. La moda que asumimos a partir del contexto cultural, quien regula nuestra manera de vestir; los productos que consumimos; lo que determina nuestro rol de género; el lenguaje que utilizamos y la manera de expresarnos. Otro ejemplo, nuestro rol  profesional influye de cierta manera en el comportamiento del otro, es decir que interpretamos la acción de figuras representativas.

 

A su vez, las normas sociales hacen parte de la determinación de nuestro comportamiento en los diferentes aspectos y escenarios de nuestra vida cotidiana. Ante el incumplimiento de una norma, hay una sanción, pues las normas son construcciones colectivas que atraviesa la libertad humana.

 

Al mismo tiempo, el juego hace parte de la referencia social en la medida en que el niño, a través de este expresa sus emociones, sentimientos, modelo de crianza. Es decir, que la observación de las experiencias y acciones de los otros influyen en nuestro comportamiento.

 

Se puede concluir, que las referencias sociales son claves para la adquisición de la teoría de la mente, entendiendo esta como la capacidad de atribuir pensamientos e intensiones a otras personas que ayuda a comprender y reflexionar respecto del estado mental propio y del otro. Por otra parte, la comprensión de las emociones ajenas es básica para el desarrollo de las relaciones sociales. 

 

Por naturaleza somos seres sociales, y así mismo Vygotsky lo expresa “no existe sujeto sin pensar en sociedad”, el sujeto, la mente (las funciones mentales superiores: memoria, atención, pensamiento) es un fenómeno que se da a partir de los procesos de una interacción comunicativa. (Lucci, 2006).

 

Es así como “el proceso de construcción de los significados culturales no se realiza sólo por el esfuerzo individual del niño, ni tampoco resulta de un aprendizaje dado por los adultos. Se da por la combinación de ambos” (Perinat, 2002).

 

A esta manera de relacionarnos e interactuar con el otro se llama Referencia Social; a partir de los modelos del otro, tomo conductas para desarrollar.

 

Por ejemplo, hacia finales del primer año, los bebés comienzan a utilizar información sobre las expresiones emocionales de otras personas para regular la propia conducta. (Feiman, 19 92; klinnert, 1983, et al, citado por López, 2007); Es decir, la familia es el primer referente social que tiene el bebé al nacer, el entorno le proporciona modelos que el bebé imita. A medida que el niño va creciendo sus modelos o  referentes sociales varían; en la escuela su modelo es el educador; en casa, la familia; pero el niño también tiene otros modelos a imitar: sus hermanos, sus iguales, niños mayores, personajes favoritos, etc. (López, 2007). Y es acá donde se hace fundamental fomentar y fortalecer las relaciones interpersonales; de ahí que se deben evitar frases cliché y cargadas de distanciamiento que escuchamos continuamente como “no se puede confiar en nadie; nadie es amigo; entre más caserita mejor” y un largo etc que nos hace todo el daño para todo (el aspecto laboral, académico, salud mental). 

 

Para esto, los bebés utilizan como guía la expresión de sus padres cuando no están seguros de qué hacer cuando se encuentran ante una situación o persona desconocida; el propósito de dicha mirada, es buscar indicios en la expresión o conducta de la otra persona que guíen la valoración que hace el niño de la situación. Por ello la naturaleza de la respuesta final está determinada no sólo por la percepción del niño sino también por la reacción de los demás; esa formación se integra a la comprensión que logre el niño de la situación. (López, 2007). Venimos de vivir una pandemia donde el distanciamiento fue obligatorio porque lo importante era “vivir”, de ahí que los niños sólo tenían como referente a los padres, y estos estaban cargados de estrés, preocupación, miedo (todos los adjetivos que se puedan contextualizar acá); y en compensación, se hace urgente implementar estrategias permanentes donde el niño o niña interactúe espontánea y genuinamente.

 

De lo anterior, la importancia de las referencias sociales, recae en que estas permiten la comunicación del sentimiento e interpretación de la situación, en donde el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confía para este propósito. Validar las emociones del niño para que en la adultez haya una adecuada inteligencia emocional y a su vez permita una salud mental con estrategias de afrontamiento activo. Ahora bien, cuando el adulto no tuvo esta validación emocional, recurrir a estrategias compensatorias de búsqueda de bienestar donde el otro está incluido y antes que esto hacer un proceso introspectivo que nos permita generar el objetivo descrito.

 

Así mismo, según Bertherton (1984), citado por Schaffer (2000), el empleo de las referencias sociales brinda una guía importante para la comunicación del sentimiento y que se vuelve particularmente útil en las situaciones de incertidumbre. Como lo recalcó Feiman (1982), no es una forma de imitación: el niño mira al adulto en busca de claves para interpretar la situación, pero estas se integran a la propia comprensión que tiene el niño del acontecimiento y por consiguiente no implica necesariamente una reacción idéntica. Además, el empleo de referencias sociales es selectiva: aunque se puede recurrir por igual a las madres y a los padres para este propósito (Hirshberg & Svejda, 1990), es poco probable que la persona que no es una fuente habitual de seguridad ejerza dicha influencia. Por consiguiente se trata de un proceso mental activo por medio del cual el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confían para ese propósito. (Schaffer, 2000).

 

Por otro lado, en la referencia social, las personas consultan a otras para aclarar cuestiones u obtener información del mismo modo que alguien consulta un diccionario u otras obras de “referencia”. Una mirada tranquilizadora o palabras de advertencia, una expresión de preocupación, de placer o de consternación (cada una se transforma en una guía social) le dicen al bebé de qué modo debe reaccionar ante un suceso desconocido o ambiguo.” (Berger, 2007)

 

Según Bertherton (1984), el empleo de referencias sociales representa una forma de participación mental e indica que los niños pequeños son capaces de concebir a los demás seres humanos con una presencia tanto emocional como física; es una de las primeras indicaciones de que los niños imputan estados mentales a los demás y por consiguiente desarrollan su mente.

 

A partir de los postulados enunciados previamente, se puede extraer algunos ejemplos que están relacionados con las referencias sociales en la vida cotidiana. La moda que asumimos a partir del contexto cultural, quien regula nuestra manera de vestir; los productos que consumimos; lo que determina nuestro rol de género; el lenguaje que utilizamos y la manera de expresarnos. Otro ejemplo, nuestro rol  profesional influye de cierta manera en el comportamiento del otro, es decir que interpretamos la acción de figuras representativas.

 

A su vez, las normas sociales hacen parte de la determinación de nuestro comportamiento en los diferentes aspectos y escenarios de nuestra vida cotidiana. Ante el incumplimiento de una norma, hay una sanción, pues las normas son construcciones colectivas que atraviesa la libertad humana.

 

Al mismo tiempo, el juego hace parte de la referencia social en la medida en que el niño, a través de este expresa sus emociones, sentimientos, modelo de crianza. Es decir, que la observación de las experiencias y acciones de los otros influyen en nuestro comportamiento.

 

Se puede concluir, que las referencias sociales son claves para la adquisición de la teoría de la mente, entendiendo esta como la capacidad de atribuir pensamientos e intensiones a otras personas que ayuda a comprender y reflexionar respecto del estado mental propio y del otro. Por otra parte, la comprensión de las emociones ajenas es básica para el desarrollo de las relaciones sociales. 

 

Por naturaleza somos seres sociales, y así mismo Vygotsky lo expresa “no existe sujeto sin pensar en sociedad”, el sujeto, la mente (las funciones mentales superiores: memoria, atención, pensamiento) es un fenómeno que se da a partir de los procesos de una interacción comunicativa. (Lucci, 2006).

 

Es así como “el proceso de construcción de los significados culturales no se realiza sólo por el esfuerzo individual del niño, ni tampoco resulta de un aprendizaje dado por los adultos. Se da por la combinación de ambos” (Perinat, 2002).

 

A esta manera de relacionarnos e interactuar con el otro se llama Referencia Social; a partir de los modelos del otro, tomo conductas para desarrollar.

 

Por ejemplo, hacia finales del primer año, los bebés comienzan a utilizar información sobre las expresiones emocionales de otras personas para regular la propia conducta. (Feiman, 19 92; klinnert, 1983, et al, citado por López, 2007); Es decir, la familia es el primer referente social que tiene el bebé al nacer, el entorno le proporciona modelos que el bebé imita. A medida que el niño va creciendo sus modelos o  referentes sociales varían; en la escuela su modelo es el educador; en casa, la familia; pero el niño también tiene otros modelos a imitar: sus hermanos, sus iguales, niños mayores, personajes favoritos, etc. (López, 2007). Y es acá donde se hace fundamental fomentar y fortalecer las relaciones interpersonales; de ahí que se deben evitar frases cliché y cargadas de distanciamiento que escuchamos continuamente como “no se puede confiar en nadie; nadie es amigo; entre más caserita mejor” y un largo etc que nos hace todo el daño para todo (el aspecto laboral, académico, salud mental). 

 

Para esto, los bebés utilizan como guía la expresión de sus padres cuando no están seguros de qué hacer cuando se encuentran ante una situación o persona desconocida; el propósito de dicha mirada, es buscar indicios en la expresión o conducta de la otra persona que guíen la valoración que hace el niño de la situación. Por ello la naturaleza de la respuesta final está determinada no sólo por la percepción del niño sino también por la reacción de los demás; esa formación se integra a la comprensión que logre el niño de la situación. (López, 2007). Venimos de vivir una pandemia donde el distanciamiento fue obligatorio porque lo importante era “vivir”, de ahí que los niños sólo tenían como referente a los padres, y estos estaban cargados de estrés, preocupación, miedo (todos los adjetivos que se puedan contextualizar acá); y en compensación, se hace urgente implementar estrategias permanentes donde el niño o niña interactúe espontánea y genuinamente.

 

De lo anterior, la importancia de las referencias sociales, recae en que estas permiten la comunicación del sentimiento e interpretación de la situación, en donde el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confía para este propósito. Validar las emociones del niño para que en la adultez haya una adecuada inteligencia emocional y a su vez permita una salud mental con estrategias de afrontamiento activo. Ahora bien, cuando el adulto no tuvo esta validación emocional, recurrir a estrategias compensatorias de búsqueda de bienestar donde el otro está incluido y antes que esto hacer un proceso introspectivo que nos permita generar el objetivo descrito.

 

Así mismo, según Bertherton (1984), citado por Schaffer (2000), el empleo de las referencias sociales brinda una guía importante para la comunicación del sentimiento y que se vuelve particularmente útil en las situaciones de incertidumbre. Como lo recalcó Feiman (1982), no es una forma de imitación: el niño mira al adulto en busca de claves para interpretar la situación, pero estas se integran a la propia comprensión que tiene el niño del acontecimiento y por consiguiente no implica necesariamente una reacción idéntica. Además, el empleo de referencias sociales es selectiva: aunque se puede recurrir por igual a las madres y a los padres para este propósito (Hirshberg & Svejda, 1990), es poco probable que la persona que no es una fuente habitual de seguridad ejerza dicha influencia. Por consiguiente se trata de un proceso mental activo por medio del cual el niño intenta dar sentido al mundo y recurre a los adultos en quienes confían para ese propósito. (Schaffer, 2000).

 

Por otro lado, en la referencia social, las personas consultan a otras para aclarar cuestiones u obtener información del mismo modo que alguien consulta un diccionario u otras obras de “referencia”. Una mirada tranquilizadora o palabras de advertencia, una expresión de preocupación, de placer o de consternación (cada una se transforma en una guía social) le dicen al bebé de qué modo debe reaccionar ante un suceso desconocido o ambiguo.” (Berger, 2007)

 

Según Bertherton (1984), el empleo de referencias sociales representa una forma de participación mental e indica que los niños pequeños son capaces de concebir a los demás seres humanos con una presencia tanto emocional como física; es una de las primeras indicaciones de que los niños imputan estados mentales a los demás y por consiguiente desarrollan su mente.

 

A partir de los postulados enunciados previamente, se puede extraer algunos ejemplos que están relacionados con las referencias sociales en la vida cotidiana. La moda que asumimos a partir del contexto cultural, quien regula nuestra manera de vestir; los productos que consumimos; lo que determina nuestro rol de género; el lenguaje que utilizamos y la manera de expresarnos. Otro ejemplo, nuestro rol  profesional influye de cierta manera en el comportamiento del otro, es decir que interpretamos la acción de figuras representativas.

 

A su vez, las normas sociales hacen parte de la determinación de nuestro comportamiento en los diferentes aspectos y escenarios de nuestra vida cotidiana. Ante el incumplimiento de una norma, hay una sanción, pues las normas son construcciones colectivas que atraviesa la libertad humana.

 

Al mismo tiempo, el juego hace parte de la referencia social en la medida en que el niño, a través de este expresa sus emociones, sentimientos, modelo de crianza. Es decir, que la observación de las experiencias y acciones de los otros influyen en nuestro comportamiento.

 

Se puede concluir, que las referencias sociales son claves para la adquisición de la teoría de la mente, entendiendo esta como la capacidad de atribuir pensamientos e intensiones a otras personas que ayuda a comprender y reflexionar respecto del estado mental propio y del otro. Por otra parte, la comprensión de las emociones ajenas es básica para el desarrollo de las relaciones sociales. 

 

Previous Article ¿Sabes en qué consiste la Tecnotoxicopatología?
Next Article Mitos sobre el cáncer de piel
Print
3827 Rate this article:
No rating
Please login or register to post comments.

Theme picker